Cuanto más te acercas a la luz más se descubre tu suciedad. Muchos roedores o insectos no deseados en una casa huyen y se esconden cuando se enciende la luz por temor a que queden en evidencia sus dañinas intenciones. Lo mismo sucede con ladrones nocturnos que aprovechan las tinieblas para cometer sus hechos delictivos o con aquella persona con algún defecto físico que se mantiene oculto en el anonimato para pasar inadvertido. El hecho es que hay que ser valiente para acercarse a la luz. Dios es luz, lo puedes leer en Su Palabra y, de la misma manera, te digo que una vida de cercanía, contacto, relación y comunión con Dios, invariablemente dejará en evidencia tus imperfecciones por lo tanto se requiere valentía para vivirla. Tal vez en este contexto fue que Jesús dijo que “el Reino de los cielos es para los valientes”. Es en esa encrucijada que se detienen muchos seguidores de Jesús porque ante mayor luz mayor conciencia de pecado, por lo tanto más vergüenza, más desánimo y me paralizo con sentimientos de fracaso e inutilidad vez tras vez. Pero no te desanimes. Ese proceso por el que todos pasamos es en sí un proceso santificador que durará toda la vida. “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”. (San Juan 3:18-19)

Como ves no es cuestión de impecabilidad sino de sinceridad. No acercarse a Dios argumentando que no soy digno es tan necio como decir que no voy al médico porque me siento enfermo. Esa indignidad que sientes hoy puede ser el primer paso y de hecho es el ingrediente principal para que te dejes cubrir por su Dignidad y puedas ser santo como Dios es santo.

Pensamiento del día:

No acercarse a Dios argumentando que no soy digno es tan necio como decir que no voy al médico porque me siento enfermo.