Ninguna palabra puede definir mejor al corazón del hombre: “obstinado”. Cuando estamos en problemas no sabemos qué hacer y rogamos a Dios por ayuda, hacemos miles de promesas, Él actúa en misericordia con nosotros y pronto nos sentimos confiados y fuertes volviendo nuevamente a servir a nuestros placeres e ídolos; en realidad nunca hubo arrepentimiento genuino y por eso no dejamos de amar ese pecado y volvemos a caer pues somos esclavo de tal.

Las reacciones ante la tentación pueden ser muy difíciles de persona a persona, cada uno lucha con ellas y algunos las vencen o huyen de ellas y otros sucumben pecando contra Dios, está en nosotros la posibilidad de salir triunfadores pero a veces nuestro corazón testarudo persiste en pecar porque pensamos que no podríamos ser feliz sin ese placer. Debemos dejar a un lado cada pecado, debemos apartarnos de los lugares y situaciones        que nos provocan pecar, debemos encontrarnos cada día con Dios, un café es la excusa perfecta.

¿Estás siendo testarudo con Dios? ¿Cuál es tu mayor tentación?