Quiero comenzar con una pregunta: ¿Qué tan dispuesto estás a cumplir con lo que prometes cuando esto te afectar de forma personal? Hemos hecho promesas y no hemos cumplido cuando el precio a pagar es más alto de lo que pensábamos o este pago me iba a demandar un ajuste en mi vida. Jefté tuvo que consagrar la vida de su hija a Dios, ella ya no podría casarse y debía permanecer virgen para siempre, quizás eso no es extraño, pero en la cultura del medio oriente era realmente un sacrificio al punto que lo llama HOLOCAUSTO: consagrado por entero a Dios.

Lo que más resalta en este pasaje no es la acción o el voto de Jefté, sino la devoción de su hija, la consagración y la convicción de que eso era lo mejor que podía hacer ya que era para Dios. Una mujer humilde y rendida a Dios en medio de una sociedad totalmente entregada a la idolatría, con sus actitudes de soberbia y rechazo a su padre, pero esta joven dice: “haz de mí como prometiste”. Cumplir una promesa no debe depender de nuestras capacidades o recursos sino de nuestro compromiso. Tómate un café con Dios y examina cómo es tu compromiso con el Señor.

¿Cumples tus promesas? Escribe tres cosas que has prometido a Dios y fíjate si ya has cumplido.