La duda te hace pagar caro. Cuando la duda se apodera de nosotros prácticamente culpamos a Dios y decimos: “ves que Dios…”. La duda, o la desesperación, te lleva a dar pasos fuera de la voluntad de Dios. Te lleva a pensar: “quizá…”.

En lo personal creo que lo más injusto es el “quizás”. Porque, tras el quizás haya muchas posibilidades que  nunca sabrás si fueron las convenientes pero la duda te lleva a pensar que sí.

El gran problema, desde mi punto de vista, no es tener dudas; sino darle atención a las dudas.

Quítate las dudas, acércate a Dios, tómate un tiempo con Él y borrará tus dudas y te guiará por el buen camino.